Perón y Morfeo sentados en un árbol dándose besitos

Reseña de la novela "Los machos se duermen primero" de Rodolfo Omar Serio, editado por Omnívora. Por Vir del Mar.

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Lo primero que voy a decir sobre este libro es personal: fue la excusa para ponerme una librería. «De armas tomar», me dijo Rodolfo, el autor, cuando le conté esto. Escuché una entrevista en el podcast Puto Viejo, de El Vahído –lo pueden encontrar aquí–, y me quedó el deseo de leerlo dando vueltas. En Córdoba no se conseguía, y el precio de el envío era mayor que el del libro, un sinsentido. Un año después fui a Buenos Aires pre-pandemia y dije «esta es mi oportunidad», pero era Carnaval y las librerías estaban cerradas. Bueno, un intríngulis tras otro que derivan en la necesidad de crear un espacio donde nuestros libros puedan confluir. Y la espera, larga y ansiosa, tuvo un muy buen desenlace.

A la novela me la devoré. No solo porque el ritmo que propone es vertiginoso y ágil, sino porque recorre dos de las cosas que más me gustan: el peronismo y las maricas. Y lo hace de un modo inteligente y arriesgado, de manera crítica y a la vez graciosa. A través de la perspectiva de la marica protagonista, reconoce los avances políticos a la vez que denuncia lo que ya todxs sabemos sobre la Institución Militar a la que pertenecía el General: no aceptaba la homosexualidad, ni la transexualidad, ni nada que se saliera de la héteronorma. Nos guía y acompaña la pregunta de si esta postura era o no la de Perón.

“Qué pensaría el coronel de dos putitos que van a coger a su casa construida por el Banco Hipotecario; qué pensaría de los obreros que se miman en las fábricas cuando nadie los ve. Diría putos de mierda, como todos. No tendría que haber un solo puto peronista. Ahora pienso en Fidel y en su Revolución que no necesita peluqueros. Otro milico.” Página 16

Si la vida fuera Twitter (por suerte no lo es), esta marica estaría cancelada por ser una progre criticando todos los progresismos. Porque hay que decirlo: reparte shade para todxs. No me voy a poner a juzgar esto, que si tiene razón o no, que si opino que tal o cual; cada lectorx deberá poner a prueba su capacidad (o dificultad) para dejar ingresar críticas a su sistema de creencias. Un ejercicio necesario. Solo diré que el lugar de las contradicciones me resulta más que movilizante.

Lo que me parece muy interesante es el encuentro entre esta revisión al devenir histórico-político argentino y la búsqueda del deseo marica. Otra vez, desde un lugar problemático, en el mejor sentido. La lectura me despertó preguntas, me incomodó. ¿A quiénes deseo? ¿Deseo a las personas por quienes son o a determinadas características prefijadas? ¿En qué punto el deseo se vuelve un consumo? ¿El deseo es clasista? Yo supongo que sí, que el deseo, como tantas otras cosas, está sesgado por prejuicios y por lo que se nos enseña a desear. En general, se nos enseña que debemos desear personas que estén en nuestra clase social o que la supere, jamás hacia abajo. La cosa es bien aspiracional: tener más es ser mejores (ponele). Para el sentido común del consumismo, desear a una persona pobre, de clase trabajadora, que no sea universitaria ni heredera, está mal visto, es un problema, implica un descenso, una complicación. Nuestra marica protagonista sabe a quiénes desea, y lo hace, casi, como en un sueño, con esa misma ciclicidad, se embelesa con los mismos detalles, construye un catálogo de gestos “este es el típico pibe que…”.

Como lado B a estos recorridos corpóreos, se nos presentan caminitos sinuosos y oníricos plagados de elementos disímiles que componen un gran Bosco de la cultura argentina noventosa y de los dosmil. En esos sueños –un espacio recuperado por quien creyó nunca poder habitar las tierras de Morfeo–, también avanza otra historia: una diva extravagante –la Yokodama– busca incansablemente las últimas tres muñecas que Evita regaló. Una búsqueda del tesoro que nos revela una fascinación por la figura de La Capitana.

“La Yokodama le saca la caja de la mano y respira aliviada, pesa. Quiere sacudirla pero le da miedo que se rompa el contenido. Ahora tira de la cinta roja y abre la caja, hay una muñeca. Catita le dice: ‘¿vió que bien inconservada está?’ Es cierto, está bien. Pero la muñeca se parece más a Rubén Rada que a las Mariquita Pérez.” Página 131

Como ya les nombré, la novela ofrece puntos de anclaje históricos que permiten hacer lecturas críticas sobre el derrotero político-económico-social de nuestro país y de una supuesta argentinidad, si es que tal abstracción existe. Aparecen, además, como rasgos en la construcción del presente: los efectos aún visibles de la crisis del 2001, la mirada conservadora y de derecha que persiste en determinados grupos sociales post-dictaduras, los derechos conquistados que determinan cierto bienestar en relación al consumo.

Por último: me reí a carcajadas. ¿Qué más puedo pedirle a un libro que que me pasen cosas en el cuerpo?

Vir.